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  LEYENDA QUINTO SOL
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  Jonathan Martinez Sanchez

Por: Natalia Arroyo Tafolla


Mito mexica de la creación:

Tonacatecuhtli y Tonacíhuatl eran una pareja autocreada y fuente original de vida, un desdoblamiento del dios principal: Ometéotl. En el lugar más alto del cielo, crearon a cuatro deidades identificadas por un color: Tezcatlipoca (rojo), Tezcatlipoca (negro), Quetzalcóatl (blanco) y Huitzilopochtli (azul).

Los dos últimos, después de 600 largos años de inactividad, crearon el fuego, un sol que alumbraba poco y a Oxomuco y Cipactonal, la primera pareja humana (el Adán y la Eva de la religión católica). Crearon también a Tláloc -dios del agua-, a su pareja Chalchiuhtlicue y el inframundo, con Mictlantecuhtli y Mictecacíhuatl como dioses.

Nahui Océlotl. Al terminar la creación, los cuatro dioses se dieron cuenta de que el sol estaba inactivo y con una luz crepuscular. Tezcaltipoca fue el primer dios que se hizo sol para darle vida y a partir de entonces comenzaron a contarse los años e iniciaron las eras del mundo. En esta época habitaban gigantes que no sabían cultivar y se alimentaban de bellotas y frutos silvestres. Este sol duró 676 años hasta que feroces jaguares devoraron a los gigantes.

Nahui Ehecátl. Se restauró la vida y el mundo gracias a Quetzalcoátl, que hizo de segundo sol. Los seres de esta edad sólo comían piñones (ococentli) y fueron destruidos 676 años después (364 según otras fuentes) por un zarpazo de jaguar que derribó al sol y produjo un huracán. Los seres que no murieron se convirtieron en monos.

Nahui Quiáhuitl. El tercer sol fue reencarnado por Tláloc y los seres humanos de este tiempo se alimentaban de una semilla llamada acecentli. Terminó la era con otra catástrofe, el sol ardió y llovió fuego del cielo destruyendo todo a su paso. Los que quedaron vivos se convirtieron en guajolotes. Ésta tercera era duró 312 años (364 según otros).

Atl. Quetzalcóatl ordenó a Chalchuihtlicue convertirse en el cuarto sol y duró 676 años (312 según otros). Los seres humanos en esta era se alimentaban de una semilla semejante al maíz llamada cincocope. Terminó la era con un gran diluvio que provocó que el cielo se desplomara sobre la superficie terrestre y convirtió a los seres en peces.

Nahui Ollin. Pasaron 2,628 años entre el nacimiento de los dioses y la creación del quinto sol, el sol de movimiento. A Quetzalcóatl y Tezcatlipoca se les encomendó arreglar el caos, pero el cielo era pesado y no pudieron despegarlo de la tierra, tuvieron que ayudarles las demás deidades y crearon cuatro hombres para su auxilio.

¿Quién habitaría entonces la tierra? Hubo que crear nuevos seres humanos, y se hicieron de una manera muy peculiar. Quetzalcóatl descendió al inframundo, para apoderarse de los huesos y cenizas de todas las anteriores generaciones de la humanidad. Pero sucedió que Mictlantecuhtli le tendió una trampa y el dios cayó en un agujero rompiéndose todos los huesos que llevaba, es por ello que los nuevos seres tuvieron estaturas diferentes y no alcanzaron el tamaño de los anteriores gigantes.

Los huesos se molieron y los dioses derramaron su sangre creando una masa con la que se hicieron los humanos. En la Era del Quinto Sol, se mostró a los hombres el maíz para alimentarse y el maguey -¡benditos los dioses!- para hacer pulque y mantenerse “alegres”, por así decirlo. Hubo 26 años de oscuridad hasta que se acordó crear un nuevo sol. Esta vez se necesitarían dos dioses que se sacrificaran.

Tecuciztécatl se ofreció y los demás eligieron a un dios humilde y con llagas llamado Nanahuatzin, quien obedeció de buen modo. Hicieron sacrificios y después de cuatro días en que se mantuvo un gran fuego, ambos dioses se lanzaron a él y comenzaron a arder. Nanahuatzin convertido en sol salió por el oriente y detrás de él salió la luna, que en ese entonces era igual de radiante. Aquí nos encontramos con otra vertiente de la leyenda del conejo en la luna, pero en este caso, a la luna se le lanzó un conejo para disminuir su luz (científicamente a la cabeza del conejo se le llama “Mar de la tranquilidad” y fue donde alunizó el Apolo 11 en 1969).

Cuatro días después, ambos astros seguían sin moverse. Resolvieron la situación: todos los dioses debían sacrificarse para que, con la sangre divina, el sol tuviera fuerza e iniciara su recorrido por el universo.

Y así fue que siguieon la tradición de sacrificios humanos. Se dice que así comenzaron las guerras, como una necesidad de obtener víctimas para seguir alimentando al sol y que este pudiera seguir en movimiento.


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